Con solo 15 años, Arsen acaba de pisar suelo moldavo, pero ya espera volver a su país natal, Ucrania, del que ha huido tras "tres o cuatro días de terror, escondido en el subsuelo de un edificio".
"Hay que terminar con esta pesadilla", dice su madre Irina, con lágrimas en los ojos, que tiembla por el viento gélido que sopla en el puesto fronterizo de Palanca (este de Moldavia). Pero más que el frío, la atormenta el miedo.
La situación en Ucrania se degrada. Es por eso que tuve que tomar esta decisión difícil y marchar", dice esta profesora de 40 años, con sus dos pequeños perros en brazos y cubiertos en mantas.
Una vida en una maleta
La mujer, que prefiere no dar su apellido, puso en una maleta "documentos y alguna ropa" para sus dos hijos adolescentes, dejando atrás a su madre. Ella "no quiso dejar Odesa, porque demasiadas cosas la atan" a esta ciudad portuaria en el mar Negro, a unos 40 km de Palanca.
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